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Sunday, November 06, 2005

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El año de los chupatintas.

Como resultado de la entrada como miembros, los árabes israelíes se convirtieron en el mayor electorado laborista. Y aún así, como se descubrió inevitablemente, muchos de aquellos que firmaron para entrar eran miembros del mismo clan de la aldea de Kabul, que aparentemente estaban registrados sin su conocimiento.
por Caroline Glick
2005-07-07 07:16:00

La noche del domingo, el nuevo secretario general del Partido Laborista, el miembro de la Knesset Eitan Cabel, se vio forzado a aplazar la reunión del comité central del partido cuando ésta degeneró en combates a puñetazos entre los diversos grupos de gamberros que abarcan los campos “políticos” de los contrincantes que compiten por la dirección del partido. La ministra Dalia Itzik rompió a llorar cuando recibió un golpe en su pierna, y se informó de que hasta el líder del partido, el vice Premier Shimon Peres, salió herido en la reyerta. En cierta medida, los combates entre gamberros callejeros que hoy componen una parte significativa del comité central del partido no deberían sorprender a nadie. Después de todo, el motivo por el que se convocó la reunión en primer lugar es que estas personas, a las órdenes de los cinco contrincantes por la dirección del partido – Amir Peretz, Ehud Barak, Shimon Peres, Binyamin Ben-Eliezer y Matan Vilna'i -- habían logrado un camino de entrada al partido tan abiertamente corrupto que no había modo de barrer el hecho bajo la alfombra.De los 129.000 formularios de pertenencia enviados antes del registro primario, según la juez jubilada Sarah Frish, al menos 44.000 estaban “viciados”. En la fina tradición de Tammany Hall y la maquinaria política del difunto alcalde de Chicago Richard J. Daley, los formularios fueron rellenados mágicamente por muertos, así como por miles que son miembros de otros partidos políticos. Como resultado de la entrada como miembros, los árabes israelíes se convirtieron en el mayor electorado laborista. Y aún así, como se descubrió inevitablemente, muchos de aquellos que firmaron para entrar eran miembros del mismo clan de la aldea de Kabul, que aparentemente estaban registrados sin su conocimiento. Parece que la principal fuente de consternación entre los candidatos era que Peretz, como líder del Histadrut, logró batir a través de su proceso de entrada como miembro a Barak, Vilna'i y Ben-Eliezer en las urnas. Esto, pensaron los tres, estaba mal. Y por eso, rasgándose las vestiduras de paladines anti-corrupción, exigieron que las primarias, programadas para tener lugar hoy, fueran pospuestas.El asunto es, hay miles de personas en Israel que apoyan ardientemente al Partido Laborista. Creen en su ideología política, social y económica. Pero a la luz de la masa de electores, la gente que no debe ninguna fidelidad en absoluto al partido termina aventajando y determinando su directiva frente a los que tienen fe en él. Y así, el núcleo de los partidarios laboristas, cuyos miembros deberían determinar la directiva del partido, queda eficazmente desencantado. EL FENÓMENO de los líderes políticos que saltan por encima de sus votantes se ha hecho sistemático en Israel en los últimos años. En el 2002, antes de las primarias del Likud entre el Primer Ministro Ariel Sharon y el ex primer ministro Binyamin Netanyahu, la campaña de Sharon, dirigida por su hijo Omri, registró a miembros del Ejército Libanés del Sur que ni siquiera tenían ciudadanía israelí. Omri también presentó a miles de miembros de kibbutz que no tenían ninguna conexión de ningún tipo con el Likud y que, es de sospechar, ninguno tenía planes de votar al partido en las elecciones generales. Al mismo tiempo, para evitar que los ciudadanos que creen en las plataformas ideológica, política y económica del Likud entraran al partido, el bando de Sharon forzó a los aspirantes de diversos campos ideológicos a someterse a un proceso de veto humillante e incómodo antes de permitírseles la entrada.Y así es que tenemos un primer ministro que, como sus homólogos laboristas, ha utilizado todos los poderes a su disposición para alejar el control de su partido de su base de apoyo natural, y se lo ha transferido a sí mismo con ayuda de votantes profesionales a los que no les importan el Likud o sus políticas.El resultado de la pérdida de poder de los votantes se refleja en la entrada a la Knesset. En lugar de intelectuales, empresarios y hombres de estado, nuestro parlamento está repleto de un sorprendente abanico de chupatintas, cuya característica unificadora central es su voluntad de ser sobornados a cambio de puestos. Fue así como Sharon pudo manipular la votación de la Knesset para el plan de retirada y expulsión de Gaza y norte de Samaria, prometiendo al gabinete puestos y representaciones de ministerios a 8 parlamentarios del Likud. Y así es que en lugar de formar un partido de la oposición eficaz, los diputados laboristas luchaban unos contra otros por puestos en el gobierno de Sharon. En línea similar, Sharon utilizó el poder de su cargo para derribar la voluntad de la organización World Likud, con el fin de evitar que el ex ministro Natan Sharansky fuera elegido gerente de la Agencia Judía. Colocando sobre el tapete la tradición entre los miembros de la Agencia Judía de apoyar al candidato del primer ministro, Sharon evitó eficazmente que Sharansky compitiera por el cargo contra el protegido de Sharon, virtualmente desconocido y de poco peso, el alcalde de Ra'anana Ze'ev Bielski. La campaña contra Sharansky estaba gestionada por Omri. El hecho de que Sharansky, la figura sionista más conocida del mundo, se oponga al democráticamente dudoso plan de Sharon de expulsar a 10.000 judíos de sus casas y comunidades en Gaza y el norte de Samaria a cambio de absolutamente nada de los palestinos, le hace no apto para el puesto.Los críticos de la corrupción política de la izquierda israelí generalmente centran su escrutinio en la gestión política, particularmente cuando emulan a partidos de derecha. Argumentan que los asignados políticos son inherentemente corruptos. Y aún así, en una democracia, debería ser el caso opuesto. Lo que los asignados políticos son nombrados para hacer en la mayoría de los casos es forzar a las burocracias no electas a conformarse con las políticas que los políticos fueron elegidos democráticamente por los votantes para llevar a cabo. LA FUENTE REAL de la corrupción en la política israelí es el sistema de votación. En el actual sistema de partidos, los líderes políticos son capaces de pasar por alto e ignorar así la voluntad de los votantes, explotando procedimientos de partido y debilidades institucionales a través de las que crean mayorías artificiales para sí mismos y para sus políticas. Entonces se envuelven en la retórica de la democracia para justificar movimientos que sólo podrían decretarse rodeando a los votantes y prostituyendo las instituciones democráticas.Existen actualmente dos propuestas de ley en circulación que trabajarían para reformar los procedimientos de elecciones primarias. Ambas abrirían las primarias al público general, y las celebrarían en el mismo día para todos los partidos, de modo muy parecido a como es el caso en Estados Unidos. Tal reforma, que pondría el acento en los votantes en lugar de en los políticos, y que eliminaría gran parte de su habilidad para manipular las listas de votación, sería un movimiento bienvenido. Sin embargo, como era de esperar, debiendo su poder al sistema imperante, virtualmente ningún parlamentario, ya sea laborista o del Likud, apoya tal reforma. La fase oscura del desarrollo político que plaga actualmente Israel no es única. A finales del siglo XIX, Estados Unidos pasó por una crisis similar. Como en el caso de la presente cosecha política de chupatintas en Israel, ese periodo de la historia política americana llevó a figuras churchillianas tales como Chester Arthur o Rutherford B. Hayes a la Casa Blanca. Pasaron sus mandatos únicos en el cargo entregando puestos a hombres de la maquinaria, sólo para ser olvidados inmediatamente. Afortunadamente para América, cuando sus políticos estaban corrompiendo el sistema y pasando por encima de los votantes, el país no afrontaba ninguna amenaza particular desde ninguna parte. En el caso de Israel, nos encontramos en uno de los periodos más peligrosos de nuestra historia, liderados por chupatintas de partido que no deben lealtad a nadie que no sea a los líderes intocables que les colocaron en el cargo.La furia popular fue lo que hizo que Estados Unidos reformara finalmente su sistema. Quizá la escena de grandes los laboristas golpeándose entre sí en la reunión del domingo provoque una reacción similar entre los israelíes. De todos modos, la reforma llega muy tarde.Jerusalem Post/El Reloj

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